
Una de las cosas que más me ha fascinado ha sido poder ver la reacción de las personas justo antes de que se va a tomar una foto. Unas personas se agachan un poco, otras entran en pose inmediatamente, unas hacen cosas chistosas y otras hasta se tapan la cara. Yo era uno de esos que de niño era inevitable hacer caras chistosas antes de la foto y obvio siempre salía regañado.
Pero ¿qué es lo que pasa realmente en ese momento antes de que se haga un click?
Para esta pregunta pueden haber mil respuestas. A lo largo de la historia, hemos estado posando desde tiempos antiguos, comenzando con retratos en pinturas y continuando con los primeros días de la fotografía, donde posar se convirtió en una práctica establecida. En sus inicios, las personas tenían que “posar” por tiempos extensos debido a lo tardado que era la exposición fotográfica en esos tiempos; y mientras menos se movían, mejor era el resultado. No obstante, no es eso lo que estoy intentando resolver hoy ni tengo intención de desarrollar una teoría al respecto. Quiero resaltar que, en mi experiencia como fotógrafo, especialmente en el campo del retrato, he notado que, incluso cuando nos preparamos para posar, de forma involuntaria comenzamos a expresarnos y a revelar mucho más de lo que podríamos imaginar. Esta expresión es fugaz, intensa, sutil y digna de contemplación. Es a lo que yo llamo "Suspiro".
¿Por qué Posamos?

Cuando estamos frente a una cámara es muy común ver cómo muchas personas cambian su actitud. Unos tratan de “verse bien”, ya se peinan, se acomodan su vestimenta, etc. A otras personas les da pánico y otras simplemente entran en modo congelado. Sin embargo, todos entendemos que al final, si nos unimos a la foto, acabamos posando. En cierto sentido, hemos normalizado que una foto implique una pose.
La postura es también una manera segura de resaltar nuestra personalidad, estado de ánimo o lo que deseamos expresar; sin embargo, ¿qué estamos realmente haciendo o buscando al hacerlo?
Según mi experiencia, he observado cómo las personas cambian durante una sesión de fotos, lo cual resulta curioso, ya que algunas personas adoptan una actitud pretenciosa y, de manera extravagante, se convierten en un personaje, mientras que otras despiertan un ser interior y abren una puerta hacia otro mundo.
En mi proyecto Kevedosdesert y recientemente en retratos de maternidad he notado que aunque tenemos poses que ayudan a llevar de la mano una sesión y presentar de una manera visualmente favorable a la persona, hay momentos que no puedes inventar, recrear o fingir pues la realidad está en que el retrato es sincero.
Es en este punto donde comienza el tema al que hago referencia. Aquí es donde aparecen esos instantes fugaces, delicados y casi podría decir que son extraños, donde no hay nada más genuino que ese “suspiro” que mencionaba.
Los ojos: El espejo del alma

Puede sonar como un cliché, pero durante mis sesiones he descubierto lo que llamo el "suspiro", y es justo eso, muy similar como cuando suspiras En ese momento hay un sin fin emociones donde puedo ver realmente a las personas, usualmente sucede entre el momento que se acomodan para posar o incluso cuando les hago una indicacion que voy a disparar , antes de que empiezen a hacer una pose. En ese momento justo entre poses cuando surgen miradas, expresiones y sentimientos. Y sí, es real, y como decía también es extraño pues entras en una frecuencia donde puedes ver un poco más de las personas. La mirada se profundiza, y sientes que se detiene el tiempo, y por una fracción de segundos se puede contar toda una historia.
Pero, ¿qué sucede cuando ese momento de suspiro pasa de ser inconsciente y se vuelve una realidad?
He tenido la fortuna de presenciar cómo ese instante rompe con su sutileza y se manifiesta. He visto personas transformarse en una fuerza imparable de la naturaleza, desbordando energía, sentimiento y pasión. Es un momento de seguridad y plenitud que, al observarlo, lo único que puedes hacer es contemplar. Incluso, he tenido casos en los que las personas no saben realmente qué les ha sucedido o incluso dicen que desconocían ese lado de sí mismas, desde la ternura, el misterio hasta el fuego.
Admito que a veces me doy cuenta de que me detengo y contemplo a la persona directamente, como si quedara inmovilizado en admiración, aunque sea por un breve instante. Para mí resulta imposible no hacerlo, ya que es en ese preciso momento donde percibo una magia que trasciende nuestra comprensión. Ese es el lugar donde he experimentado la comunicación invisible y sensorial que los seres humanos somos capaces de llevar a cabo, comunicándonos sin prejuicios, sin barreras y sin expectativas. En ese “suspiro” existe una realidad tal vez inadvertida, olvidada o descuidada, que incluso no podemos o no queremos mostrar, o de plano, no sabemos que existe. Es en ese momento fugaz, cuando el ego desaparece por un instante, que se experimenta una sensación de paz.
Esta vivencia ha resultado fundamental para establecer vínculos y comprender mi función como fotógrafo, especialmente al trabajar mayormente con mujeres. Ha generado en mí no solo empatía, sino también admiración, sobre todo al capturar momentos como la maternidad y el boudoir, donde las personas suelen mostrar cierta vulnerabilidad desde el principio. No obstante, debo señalar que esta dinámica no se aplica en todos los casos, ya que algunas conexiones resultan más intensas que otras, como encontrar la frecuencia exacta en la radio.
La seguridad y confianza

Tampoco esperemos que vamos a ver ese “suspiro” mágico de la nada y de hecho no es algo que tenga una fórmula y creo que tampoco pretendo que lo que digo sea un método de poder lograr replicarlo. Es algo que empezó a florecer junto con el tiempo, experiencia y, para eso también tiene que estar el factor más importante que es la conexión de tu contraparte. La persona con la que interactúas debe sentirse segura y confiada. Esto no solo ayuda a relajarse, sino que también facilita la comunicación y fomenta la creación de un vínculo. En Kevedosdesert todo esto se logra a través de un proceso que he diseñado para que se abra ese lazo de confianza y eso es un factor determinante para tener más posibilidades de que cuando llegue el momento de la sesión se den más estas posibilidades.
La clave está en reconocer que tenemos la capacidad de establecer contacto visual y conectar como seres humanos. Estamos tan cautivados por las redes, el bullicio, el poder infinito de las “selfies”, que estamos consumiendo de una forma barata la fotografía y sin ser conscientes que entre tanta foto nos estamos perdiendo de una conexión con el alma.
Para conocer más sobre este proyecto y experimentar la conexión humana que busco capturar, los invito a visitar Kevedosdesert.com. Descubran la magia detrás de cada suspiro y conéctense con el alma de la fotografía.
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